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La Ópera de Sídney se suponía que abriría sus puertas en 1963 y costaría $7 millones de dólares australianos, fue inaugurado una década después y terminó costando $104 millones.

En 1998 Paul Krugman predijo que el crecimiento del internet se ralentizaría drásticamente (también dijo que la mayoría de las personas no tenían nada que decirse) y que para 2005 quedaría más que claro que el impacto del internet en la economía no sería mayor que el impacto de las máquinas de fax.

En 1970 miembros del gobierno de Estados Unidos predijeron que el precio del petróleo probablemente declinaría para 1980 y que en ninguna circunstancia experimentaría incrementos sustanciales. Los precios del petróleo se multiplicaron por diez en 1980.

El fundador de IBM, Thomas Watson, predijo que no habría necesidad para más de un puñado de computadoras.

Predecir el futuro es muy complicado porque no podemos incorporar los descubrimientos y nuevas tecnologías que se harán en el futuro (o el uso e interacción de estas tecnologías).

El modelo clásico de descubrimiento es el siguiente: buscas algo que conoces (un nuevo camino a la India) y encuentras algo que no sabías que estaba ahí (el continente americano).

Alexander Fleming estaba limpiando su laboratorio cuando notó que un moho de penicillium había contaminado uno de sus viejos experimentos, fue así que se topó con las propiedades antibacterianas de la penicilina.

En 1965 dos astrónomos en los laboratorios Bell (Bell Labs) que estaban montando una gran antena para captar señales de radio estaban siendo incomodados por un sonido de fondo, como un “hum”, o algo parecido a lo que se escucha cuando tienes mala recepción. No podían erradicar el sonido de interferencia, incluso después de limpiar la antena de popó de pájaro (estaban convencidos que esta era la causa). Les tomó un tiempo darse cuenta de que lo que escuchaban era las huellas del nacimiento del universo, la radiación de fondo de microondas (en inglés, cosmic microwave background o CMB).

Las computadoras, el internet, el láser y muchos inventos más no fueron planificados.

Hoy todo mundo está al pendiente de los pronósticos de inflación, o de los componentes de la inflación como petróleo, alimentos etc., más como vemos, seguramente estos pronósticos estarán errados (hacia un lado u otro) ya que no toman en cuenta sucesos o desarrollos futuros que puedan cambiar drásticamente el panorama económico.

Spyros Makridakis quién organizó los concursos Makridakis, competencias para evaluar y comparar la precisión de distintos métodos para pronosticar utilizados por expertos llegó a la siguiente conclusión: Los métodos estadísticamente sofisticados o complejos no necesariamente brindan pronósticos más precisos que los más simples.

Consumir pronósticos económicos, políticos, sobre precios de acciones, índices o materias primas, a lo mucho puede ser entretenido y nos encanta porque disminuyen la sensación de incertidumbre, más generalmente son inútiles, y ¿Qué podemos hacer ante la imposibilidad de predecir?

Aunque no podemos verdaderamente planear a futuro (porque no entendemos el futuro) podemos planificar teniendo en cuenta las limitantes.

Si quieres saber más sobre por qué no podemos pronosticar, encontrarás muy interesante la lectura de The Black Swan de Nassim Taleb.

Así que inviertan bien, no se casen con predicciones que no se cumplen (ni cumplirán) y compórtense como buenos inversionistas.

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