Esperar es algo complicado y que nuestros sesgos pueden hacer que la pasemos mal mientras esperamos. Nuestro cerebro está cableado para la inmediatez, si nos dieran un bombón con la promesa de que si esperamos varios minutos sin comerlo recibiremos otro, la mayoría de las personas se inclinarían por el placer inmediato de comerse el bombón en ese momento, aunque después no reciban uno extra, muy pocas personas pueden esperar para obtener una recompensa doble (en esto consistió el experimento del bombón de Stanford realizado en niños).
A simple vista uno podría pensar “pero qué impacientes son las personas, si tan sólo tuvieran un poco de paciencia disfrutarían del doble de recompensa”, pero en realidad nuestra impaciencia es algo “normal”, hasta programada en nuestros cerebros, que, si no han cambiado mucho en los últimos milenios, es de esperarse que prefieran las cosas ahora que después, puesto que antes, no sabíamos si sobreviviríamos un día más (o nos mataba el león) y menos en el largo plazo, el cerebro evolucionó para buscar la recompensa inmediata.
Ser paciente es difícil, por ejemplo, si imaginamos que plantamos un árbol, y diario medimos cuánto ha crecido probablemente nos frustraremos antes de que siquiera germine la semilla y sintamos que estamos perdiendo el tiempo. Ahora imaginemos que somos muy muy impacientes y en verdad queremos ver crecer un árbol, por lo que en nuestra desesperación y sensación de pérdida de tiempo, decidimos al cabo de unos días de haber plantado una semilla de árbol, sacarla de la tierra y mejor plantar otra semilla de otra especie de árbol para ver si crece más rápido, y como sucedería lo mismo (tardaría en crecer) nos desesperaríamos y repetiríamos el ciclo varias veces, hasta morir sin haber visto crecer un árbol. ¿Suena descabellado no?
Aunque la parte de sacar la semilla y plantar otro árbol es ficticia, descabellada y nade lo haría en la realidad, es muy común que las personas adopten estrategias de inversión con un horizonte de varios años pero que en los primeros meses al no ver frutos de su inversión, desesperen e incluso cambien de estrategia.
Para tener un árbol maduro hay que esperar de 5 a 10 años (dependiendo del árbol) y poder disfrutar de la sombra y frutos que dé. Lo mismo sucede con inversiones de riesgo (asumiendo que tenemos un portafolio bien hecho), en el corto plazo pueden ser frustrantes, más con el tiempo maduran y suelen tener rendimientos más atractivos que las tasas libres de riesgo; más uno tiene que ser paciente tal cual estuviera plantando un árbol, donde no va a estar midiendo cuánto crece cada día, cosa que como vimos sería una locura, sino, al pasar los años.
Y como dice el dicho, el mejor momento para plantar un árbol fue hace 10 años, el segundo mejor momento es hoy. Lo mismo podemos decir de invertir.
Así que inviertan bien, sean pacientes, planten un árbol y compórtense como buenos inversionistas.