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Coincidentemente después del NL anterior, dónde hablaba de como cambiamos nuestros planes, me topé con esta lectura de Michel de Montaigne:

No pensamos lo que queremos, sino en el instante en que lo queremos; y experimentamos los mismos cambios que el animal que adopte el color del lugar en que se coloca. Lo que en este momento nos proponemos, lo olvidamos enseguida; luego volvemos sobre nuestros pasos, y todo se reduce a movimiento e inconstancia; “nos dejamos llevar como el autómata sigue a la cuerda que le conduce” -Horacio.

Creemos que queremos riesgo cuando vemos que el riesgo ha pagado, o que nuestro vecino se ha hecho rico, queremos seguridad y confiabilidad en nuestras inversiones cuando vemos que los mercados han caído o experimentado pérdidas.

Así estamos programados, y nos ha servido para sobrevivir, más como no nos cansamos de repetir, el mercado de inversiones es muy, pero muy contraintuitivo.

Seguramente si nos topáramos con un administrador de inversiones al cual si le diéramos un millón  y él lo pudiera multiplicar por 10 al pasar varios años (digamos 18), querríamos invertir con él, pero si en los primeros años perdiera el $320,000 del millón que le dimos, seguramente lo despediríamos y no lo dejaríamos continuar administrando nuestro dinero.

Este administrador existió, y fue John Maynard Keynes, considerado por muchos no sólo como un hombre brillante, sino también como un inversionista espectacular, pues de 1928 a 1945 su portafolio multiplicó su valor casi 10 veces mientras el mercado accionario de Reino Unido permaneció prácticamente igual, sin ganar dinero e incluso perdiendo un poco.

El detalle aquí es que su portafolio era muy volátil, y en los primeros 3 años llegó a perder el 32% de este, algo que difícilmente toleraría una persona que no sabe lo que quiere, o cambia de parecer cada 3 minutos.

Quizá algunos sí sepan lo que quieren y tengan la disciplina para lograr sus metas, como tener inversiones de largo plazo aunque sean volátiles, pero otros quizá sean más volubles y esto esté en su naturaleza, que el saberlo nos aporta información valiosa para moderar nuestras decisiones cuando queremos mucho riesgo o nada de riesgo. Saber que podemos cambiar de opinión (y que este cambio nos puede perjudicar) quizá nos ponga un paso adelante para tener más disciplina.

Así que inviertan bien, traten de moderar o entender su volubilidad y compórtense como buenos inversionistas.

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